El vínculo que hemos creado con Alberto no lo va a romper nadie. Ni una decisión del juez, ni su familia biológica ni el hecho de que un día decida irse a vivir al extranjero. Lo que hemos construido con él es ya para siempre, independientemente de donde esté o viva. Eso no lo va a romper nada ni nadie”. Lo dice Manuel, un padre que participa en el programa de acogimiento familiar de la Fundación Márgenes y Vínculos financiado por la Consejería de Igualdad y Políticas Sociales de la Junta de Andalucía. Es su respuesta cuando le preguntamos por el futuro, por el día en que tenga que despedirse de Alberto, el menor de 15 años acogido en la casa del pueblo del Aljarafe sevillano donde también viven Ana, esposa de Manuel, y Enrique, su hijo biológico.
Ellos son ejemplo de que el acogimiento familiar se está consolidando en Andalucía como recurso prioritario frente al ingreso en centros de menores o residencias de aquellos niños y niñas cuya tutela ha sido retirada a sus padres biológicos y asumida por la Junta de Andalucía. Lo demuestran las cifras y lo prevé la nueva ley de menores que entró en vigor en agosto de 2015.
900 MENORES EN SEVILLA Y CÁDIZ
Márgenes y Vínculos atiende actualmente a unos 900 menores de las provincias de Cádiz y Sevilla que están viviendo con familias acogedoras. El 80 por ciento de estos menores vive con algún miembro de su familia extensa, es decir, abuelos, tíos u otros familiares que se han hecho cargo de ellos tras una resolución de la entidad pública competente y con el apoyo y seguimiento de los profesionales de Márgenes y Vínculos. Otros 239 menores están viviendo con familias ajenas, es decir, familias que no tienen ninguna relación de parentesco con los menores acogidos. Son familias, como la de Manuel y Ana, que de forma voluntaria, y con un gran compromiso social, se han ofrecido a participar en el programa de acogimiento familiar y que previamente han obtenido la valoración de idoneidad de la autoridad pública competente, por la Consejería de Igualdad y Políticas Sociales.
Manuel es educador social del Ayuntamiento de Sevilla y Ana es psicóloga y técnica de empleo para una fundación que trabaja por la integración social de personas con enfermedad mental. Alberto nació en un barrio marginal sevillano y a los tres años, después de que muriera su padre, la Junta lo retiró de la tutela de su madre y lo ingresó en un centro de acogida de menores. Luego vivió en un piso tutelado por las hermanas de una orden religiosa y en 2010 lo acogieron Ana y Manuel en su casa de un pueblo cercano a Sevilla. Manuel y Ana aseguran que la adaptación de Alberto a su nueva vida fue rápida y fácil. Recuerdan con humor el primer día que llegó a casa. “Educado por unas monjas, llegó a casa con un poster enorme de la Virgen de Triana. Nosotros somos ateos convencidos y él nos preguntó si podía colgar a la Virgen en su cuarto. Por su puesto, le dijimos”, ríe Manuel.
PADRES MALTRATADORES
Carlos Martínez Bermúdez, psicólogo del equipo de tratamiento familiar de la Diputación de Cádiz, explica que todos los seres humanos tenemos una gran capacidad de adaptación, de superación de los daños, que es lo que los psicólogos llaman resiliencia primaria. Y para superar las adversidades todas las personas disponemos de tres elementos fundamentales: el vínculo o apego entre padres e hijos; los límites, la necesidad que todos tenemos de que nos digan qué está bien o que está mal; y la empatía, o la capacidad que tenemos de relacionarnos con los demás y ponernos en el lugar del otro. Es tarea de los padres reforzar estos tres elementos para el buen desarrollo de un menor. Los padres y madres maltratadores o negligentes dañan algunos de estos elementos de sus hijos, en muchos casos porque ellos también sufrieron en su infancia alguna lesión en su vinculación, sus límites o su capacidad de empatía. “Y como los padres biológicos no fueron capaces de darle a sus hijos esos elementos, lo tienen que hacer las familias acogedoras, que lo tienen más difícil porque empiezan a hacerlo tarde”, explica.
Ana asegura que, hasta el momento, el cuidado y educación de Alberto ha sido fácil. “No hemos tenido problemas. Es un niño muy bueno, algo reservado y tímido, muy obediente. No grita, no genera conflictos”, dice y añade: “Escuchando al psicólogo en el encuentro de familias acogedoras creo que Alberto es de estilo de apego complaciente, es decir, que para reforzar su vínculos con nosotros tiene una necesidad como de obedecernos, de complacernos”.
CELOS INICIALES
Manuel dice que conocen a algunas familias en las que los niños acogidos han tenido más dificultades en su adaptación a su nueva vida y que ellos son afortunados con Alberto. Pero recuerda que hubo algunos problemillas cuando el hoy adolescente llegó a su nuevo hogar y tuvo sus más y sus menos con Enrique, el hijo biológico de la pareja, que es un año mayor. “Tras el periodo de luna de miel de los primeros días Enrique desarrollo unos celos impresionantes. Pero eso duró tres o cuatro meses, no más”, cuenta Manuel. “Fue solo un verano, luego todo cuadró”, explica Ana y aclara: “Digamos que ya cada uno sabe cuál es su sitio, cada uno ha asumido su rol en la familia y no hay ni rivalidad ni competitividad entre ellos. Al revés, Enrique es muy protector con su hermano y a veces hasta nos llama la atención a nosotros. ¿Mamá, no te das cuenta de que siempre que le hablas es para reñirle?, me dice”.
Manuel admite que ha vivido con preocupación los silencios y el ensimismamiento de Alberto, ese encerrarse en su propio mundo que aún conserva. Carlos Martínez explica que a los tres elementos básicos en la salud psicológica de las personas, en el caso de los adolescentes surge también el problema de la identidad, el de la definición de su personalidad. Alberto no ha tenido grandes problemas en el colegio y el instituto, donde ahora estudia segundo de Secundaria. “Pero es que Manuel se pone con él todas las tardes, le ayuda a estudiar y le echa todas las horas que hagan falta”, cuenta Ana. Y Manuel añade: “Yo he respirado cuando lo he visto que se ha hecho ya un grupo de amigos con los que se relaciona, hace atletismo, manualidades y sale por ahí. Cuando él ha desarrollado ese sentimiento de pertenencia a un grupo ya me he quedado tranquilo”.
VISITAS DE LA MADRE BIOLÓGICA
La madre de Alberto sigue viviendo en el barrio donde él pasó sus primeros años de vida. Desde que Alberto vive con Manuel y Ana, su madre lo ha estado visitando cada quince días. Se encontraban primero en presencia de un tutor de Márgenes y Vínculos. Esos encuentros duraban una hora. Hoy ya duran dos y están ellos solos, sin tutor. Ana y Manuel conocen ya a la madre de Alberto. “Cuando llevábamos a Alberto a que viera a su madre, nosotros, por consejo de la fundación, siempre íbamos diez minutos antes de la cita para no encontrarnos con ella. Pero un día llegamos sin querer un poco tarde y me encontré que venía andando hacia mí. Nos miramos a los ojos, luego nos dimos la mano y al final nos abrazamos”, recuerda Ana.
Manuel explica que al principio la madre biológica de Alberto tenía una actitud recelosa que considera lógica. Pero desde el encuentro de aquel día, vio que ellos son una familia normal que quiere el bien para su hijo y eso la ha tranquilizado. “En la última visita la madre ha visto cómo se ha pelado Alberto y no le ha gustado. Él nos ha pedido la maquinilla que usa Manuel para que su madre le corte el pelo porque cuida mucho de su imagen y le hemos dicho que sí, por supuesto”, relata Ana. “La verdad es que nuestra relación es ahora muy buena. La madre de Alberto, cada vez que le trae un regalo a su hijo trae otro para Enrique”, añade.
“¿El futuro?”, pregunta Ana. “Alberto le ha dicho a una técnica de Márgenes y Vínculos que él se ve a sí mismo viviendo en un pisito y recibiendo allí nuestras visitas y la de su madre”, cuenta Manuel. Lo importante es que se mantenga el buen ambiente que hay entre sus dos familias, y que las dos sigan formando parte de su identidad, añade. El padre acogedor dice que vería como un hecho natural que Alberto fuese al barrio donde nació para saber de dónde viene, pero añade que eso lo tiene que autorizar su tutor en la fundación. Y cuenta que ellos han llegado a pensar en acoger también a la madre de Alberto. “Es normal que cuando cumpla los dieciocho su madre lo esté esperando. Para ese día yo lo que espero es que él pueda decidir con libertad, que no se sienta presionado para decidir dónde sigue viviendo”, dice Ana, que añade. “Pero ella sabe que donde está mejor es con nosotros”.
AHORA TOCA DISFRUTAR
Manuel y Ana coinciden en que el futuro de Alberto dependerá al final de lo que él decida. Pero el suyo propio lo ven más claro. Por lo pronto, no volverán a acoger. “No vamos a repetir. No porque no nos haya gustado la experiencia, sino por flojera, porque educar a un crío exige mucho esfuerzo y muchas responsabilidades. Ya hemos criado a dos y ahora que ya se están haciendo mayores lo que queremos es disfrutar un poco de la vida. Recuperar la libertad de los solteros”, ríe Ana.
Manuel recuerda que decidieron convertirse en familia acogedora porque siempre les chirriaba que la gente fuera a China en busca de niños para adoptar. “Con la de niños con problemas que hay aquí, no sé por qué la gente se tiene que ir a China”, dice. Y Ana añade otra razón: “Llegó un día en que vimos que en nuestra casa cabía más gente. Teníamos a Enrique, la familia ya estaba montada, nos sentíamos felices y con ganas de compartir lo que teníamos con alguien más. Así que nos decidimos, llamamos a Márgenes y Vínculos y hasta hoy”.
Ana y Manuel son familia acogedora temporal y aunque ya han dicho que no volverán a acoger a más niños, admiten que no descartan apuntarse a otra modalidad, la de urgencia. Este tipo se aplica a menores sobre los que hay que intervenir de forma inmediata dada la gravedad de la situación de maltrato, abandono, o desamparo en que viven con su familia biológica. Este acogimiento intenta evitar el ingreso en centros o residencias y favorecer un ambiente y una atención familiar sana al menor mientras se estudia si puede volver con su familia de origen, o se toma otra medida de protección más adecuada. Es de corta duración, remunerado en todos los casos y suele aplicarse a menores de muy corta edad, de entre cero y seis años.
EL MEJOR EJEMPLO DE ENTREGA
Carlos Martínez Bermúdez, el psicólogo, lo dijo en un encuentro de familias acogedoras de las provincias de Cádiz y Sevilla que se celebró a finales de octubre en la capital de Andalucía: ejercer de padres y madres acogedores de niños o niñas que necesitan la protección de una familia alternativa es el mejor ejemplo de entrega, generosidad y altruismo que existe. “Y el mejor ejemplo de entrega es el de las familias que hacen acogimientos de urgencia. Recibís al niño o la niña cuando está explotando, cuando más está sufriendo, lo acogéis, lo cuidáis, le dais vuestro cariño y cuando vuestra labor está empezando a dar sus frutos, cuando empezáis a construir algo con él, se va, os tenéis que despedir de él”.
Manuel y Ana ya han dado ejemplo de ese altruismo y seguro que, cuando Alberto y Enrique sean mayores de edad y tengan sus vidas enderezadas, repiten. “Hombre, cuando nos hayamos hecho un viaje a Marruecos y a dos o tres lugares a los que queremos ir, a lo mejor nos convertimos en acogedores de urgencia. Nunca se sabe”, admite Ana.
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