María Jesús Fernández Deudero, directora del programa de acogimiento familiar de Márgenes y Vínculos en Cádiz, explica que son necesarias muchas más familias que acojan a niños y niñas mayores de siete años
María Jesús Fdez. Deudero es directora del programa de Acogimiento Familiar de la Fundación Márgenes y Vínculos para la provincia de Cádiz. Es un programa que en 2016 cumple veinte años. Desde 1996 la Fundación ha buscado acogedores para 2.705 niños y niñas, que han vivido con un total de 1.674 familias. En 2015 Márgenes y Vínculos tenía a 817 menores en el programa, en el que participaban 712 familias.
María Jesús empezó a trabajar en esta organización en 2001, cuando se puso en marcha el centro terapéutico de tratamiento para adolescentes con graves trastornos de conducta en Benalup. Allí estuvo hasta que en 2007 pasó a hacerse cargo del centro con servicios de la fundación en Cádiz capital, asumiendo también la dirección del nuevo programa de seguimiento, apoyo y formación a familias acogedoras en extensa para las provincias de Cádiz y Sevilla. En 2010 cambió la organización de estos programas y María Jesús Fernández pasó a asumir la dirección del programa de acogimiento para familias extensas y ajenas en Cádiz, mientras María Ángeles Sánchez Míguez hacía lo mismo en Sevilla.
María Jesús recuerda que el primer programa de acogimiento que se puso en marcha en Andalucía en 1996 fue gracias a un proyecto piloto que se llamó “Familias Canguro” de la Obra social de la Caixa y que se desarrolló en todas las comunidades autonómicas, siendo la Fundación la encargada de desarrollarlo en Andalucía, suscribiéndose el primer convenio de Colaboración de la entonces Consejería de Asuntos Sociales, actualmente, Consejería de igualdad y Políticas Sociales. Fue una familia de Castellar de la Frontera, en el Campo de Gibraltar, la primera en incorporarse al mismo. “Márgenes y Vínculos estuvo preparando a las familias en 1996 y no fue hasta 1997 cuando la familia de Patxi e Inmaculada, en Castellar, recibieron al primer niño en acogimiento”, explica. A este acogimiento siguieron otros en las provincias de Cádiz, Sevilla y Málaga. “Márgenes y Vínculos tenía un equipo itinerante que iba visitando a las familias y no fue hasta 2002 cuando se consiguió poner una sede central en Cádiz para atender únicamente a las familias de esta provincia”, afirma. El primer equipo estaba formado por un psicólogo, una trabajadora social, un asesor jurídico, y un administrativo. Un año más tarde, en julio 2003, el Campo de Gibraltar contaría con un equipo propio que tendría su centro de operaciones en Algeciras. En años posteriores el Equipo de ajena de Cádiz llegó a contar con seis técnicos y Algeciras con cuatro. Los recortes en el gasto público derivados de la crisis económica obligaron a cerrar la sede de Algeciras en Abril del 2010, teniendo que asumir Cádiz, el trabajo del Equipo de Algeciras.
María Jesús explica que el acogimiento en familia extensa era antiguamente un hecho casi natural. Se daba en las familias de forma espontánea y no se regularizaba. Si morían los padres de un niño, o éstos no podían atenderlos, sus tíos o abuelos se hacían cargo de ellos y ya está. Los técnicos del Servicio de Protección de Menores tienen hoy también a la familia extensa como la primera vía a explorar cuando un menor es retirado de sus padres biológicos y necesitan una alternativa. Pero hay situaciones en que tampoco la familia extensa garantiza la seguridad y el bienestar del menor. De ahí la necesidad de las familias ajenas. Las familias ajenas pueden ser de urgencia, para menores de cero a seis años y con una duración no superior a seis meses; temporal, con una duración máxima de dos años; y permanente, por necesidades especiales del menor, edad del mismo o porque sus circunstancias así lo aconsejen.
En Julio del 2007, la Dirección General de Infancia y Familia, estima la importancia de impulsar un nuevo programa para garantizar el seguimiento y asegurar el bienestar de las familias acogedoras extensa, al ser la medida de protección mas empleada. Inicialmente se empezó con tres técnicos por provincia, triplicándose este número en los años posteriores. En Abril del 2010, se unieron los dos programas, de ajena y extensa, y actualmente cuentan con catorce técnicos para toda la provincia.
Muchas de las familias que acuden a la sede de la fundación interesándose por el programa de acogimiento lo hacen después de las campañas de difusión. A todas ellas se las convoca a una sesión informativa en la que se les explica qué es el acogimiento, qué modalidades tiene y qué supone. Los técnicos van explorando, desde el primer día, las motivaciones y expectativas de las familias. “Algunas familias vienen con expectativas equivocadas, no son motivos altruistas o llegan movidos por una paternidad insatisfecha”, explica Fernández. “Hay que tener muy claro para qué se está en este programa, que es atender y cuidar de un menor del sistema de protección durante un tiempo determinado”, añade.
Una vez aclarado esto, la familia decide si quiere continuar o no, presenta una solicitud en caso afirmativo y en ese momento y tras ser derivado el caso por la Delegación, los técnicos de la fundación hacen un estudio de idoneidad de la misma. Esto puede durar unos tres meses: Se tienen una serie de sesiones para estudiar sus condiciones psicológicas y sociales y su situación socioeconómica y laboral. También se comienza la formación de la familia en aspectos jurídicos, sobre el menor, su familia biológica, la historia de su vida y sobre las necesidades especiales que pueden tener los niños. Una vez que se han estudiado todos esos elementos se emite el informe. Y si es positivo, el informe se remite a la Junta de Andalucía que es el que resuelve sobre la idoneidad o no de la familia. Desde la fecha en que la Junta aprueba la idoneidad, la familia pasa a formar parte de la bolsa de familias acogedoras. “Hay una formación genérica que se la damos a todas las familias, pero al tiempo que vamos conociendo las características de cada familia nosotros vemos si es apta para un tipo de acogimiento u otro, con lo que las vamos orientando hacia ese tipo”, explica María Jesús. “A veces una familia viene diciendo que les gustaría acoger a un niño ya criado, pero nosotros vemos que es mejor para cuidar a un niño más pequeño (o viceversa) y entonces en todo el proceso la vamos reconduciendo hacia ello”, añade.
Una vez habilitadas, y formando parte de la bolsa de acogedoras, las familias reciben formación una vez al mes sobre asuntos muy específicos relacionados con los menores como son los abusos sexuales, los malos tratos, las normas y límites necesarios en la educación, o los programas para eliminar las conductas disruptivas. “Ellos saben, desde el principio, que todos los niños que necesitan acogimiento han sufrido traumas, que han sufrido algún tipo de maltrato que siempre deja secuelas en forma de malestar físico o psicológico. Y que deben estar preparado para afrontarlo y para hacer todo lo posible para reparar esos daños”, explica la directora del programa de acogimiento en Cádiz.
La familia tiene un papel fundamental en la recuperación y está más que demostrado que es mejor que un centro de acogida. “Cuando los niños entran en el programa de acogimiento su tendencia natural es a culparse a sí mismos por haber sido retirados de su familia biológica. La familia acogedora es fundamental para hacerle ver que no es así y, sobre todo, que hay otro modelo de familia, normalizada y sin conflictos”, explica María Jesús. “Los niños empiezan a ser niños cuidados por adultos y a medida que viven esta nueva experiencia comienzan a comprender por qué no pueden estar con sus familias biológicas. Comparan lo que era su familia desestructurada y lo que es una familia en la que reciben cariño, calor, atenciones y cuidados. Por eso la mayoría lo dicen abiertamente, que prefieren seguir con la familia acogedora porque se sienten más protegidos”, añade. La vinculación afectiva se realiza ahora de manera sana y esto es clave para su recuperación, explica María Jesús, y para que el niño pueda hacer una comparación con su experiencia familiar previa, una experiencia negligente. “Y en el centro de acogida, pese a los buenos cuidados que se les dan, los niños no pueden hacer esa comparación”, agrega. “Y si no experimentan lo que es vivir con una familia sana, estructurada y normalizada, al crecer repetirán con su familia propia el modelo desestructurado de familia que sufrieron”, añade.
María Jesús explica que hay algunas familias acogedoras que colaboran con la Fundación desde los inicios del programa. Añade que existe la posibilidad legal de suspender por un tiempo la disposición de la familia. “Las familias no son estáticas, tienen su propia dinámica y a lo largo de sus vidas pueden cambiar las circunstancias que las hicieron decidir ser acogedoras”, precisa. Es un hecho que por culpa de la crisis económica algunas familias han suspendido, otras lo hacen por enfermedad. “Acoger un niño es un gasto económica pero también en energías. Y es sano descansar. Como existe esa posibilidad, el lógico que se descanse”, afirma la directora del programa.
Estas suelen ser circunstancias que ocurren en el acogimiento de familias ajenas. En familias extensas suele ser permanente y prolongarse hasta la mayoría de edad de los menores. Aunque aquí los problemas que surgen vienen casi siempre con la adolescencia. “A veces los abuelos no pueden con sus nietos. En la adolescencia hay que poner límites y normas a los niños que los abuelos no tiene fuerza para y hacerlas cumplir”, explica maría Jesús, que agrega: “Y las familias biológicas también suelen producir más interferencias en la recuperación y educación de los niños. Simplemente porque se mantiene en el contexto familiar; una abuela no va a echar de su casa a su hija si viene a ver a su hijo, por lo que los problemas relacionales y confusiones de roles, son más frecuentes en esta modalidad”, añade.
Para afrontar este tipo de problemas la fundación da formación continua a las familias. La formación inicial se hace, sobre todo, con las ajenas, ya que forma parte del estudio de valoración de idoneidad, pero las extensas también participan en las sesiones y cursos que luego se realizan con cierta periodicidad. El estudio de idoneidad psicosocial de las familias extensas no lo hace Márgenes y Vínculos, sino los Servicios Sociales de zona, y el Servicio de Protección de Menores de la Junta de Andalucía.
Fernández explica que los técnicos de la fundación hacen un seguimiento de cada familia acogedora y el psicólogo aborda con cada niño su historia de vida, historia que recoge en un diario que va escribiendo el menor. En esa historia de vida se refleja que el niño entiende la medida de protección, los motivos de su desamparo y cómo encaja el maltrato que sufrió. Incluye el saneamiento de las relaciones del niño con su familia biológica, que sus sentimientos quedan limpios, y que todo se hace en función de la medida que se le aplica de manera provisional mientras se prepara la medida estable que le espera: la adopción, la vuelta con su familia biológica, u otro acogimiento en extensa o en ajena permanente.
María Jesús considera que las campañas de difusión del programa de acogimiento tienen repercusión pero cree que el boca a boca, el contacto de unas familias con otras es lo que resulta más efectivo para atraer a nuevas familias. Cree que buena parte de la población aún desconoce qué es el acogimiento de menores, pese a la difusión continua que se hace incluso con los profesionales de la salud, los servicios sociales o la educación. “Gracias a Dios, aquí en la provincia de Cádiz hay mucha gente solidaria y ya apenas hay niños o niñas menores de seis años en los centros de acogida. La nueva ley de menores ya establece que hay que dar prioridad al acogimiento sobre los centros residenciales y en eso, en Andalucía somos pioneros”, explica.
Los miedos y temores de la gente, los prejuicios respecto al perfil de los menores con más edad, son los mayores obstáculos para que aumente aún más el número de familias acogedoras, según la responsable del programa de Márgenes y Vínculos. “Es cierto que han pasado más tiempo siendo maltratados pero también es cierto que son los que más lo necesitan, que no son tan conflictivos como se cree y que siguen siendo niños en los que todavía hay muchas posibilidades de recuperarse”, explica Fernández Deudero. “También son muy agradecidos, en el momento en que empiezas a atenderlos y a darles cariño se dejan querer y evolucionan muy rápidamente”, agrega. “Es asombroso ver cómo vienen y cómo evolucionan en tan poco tiempo. La familia lo único que hace es darle estabilidad, cariño, cuidados y protección. Esos son los ingredientes que nutren a un niño. Solo el hecho de acogerlo ya es una terapia para él”, concluye.
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