El psicólogo Carlos Martínez afirma que los padres y madres acogedores son el mejor ejemplo de entrega, generosidad y altruismo
“Vosotros sois los expertos”. Carlos Martínez Bermúdez, psicólogo responsable de equipo de tratamiento familiar de la Diputación de Cádiz, se lo dijo a los más de 250 hombres y mujeres, provenientes de las provincias de Cádiz y Sevilla, que el sábado 24 de octubre participaron en la capital andaluza en el Encuentro de Familias Acogedoras que organizó la Fundación Márgenes y Vínculos. Como padre de una niña de 18 años y de un niño de cinco y como profesional que lleva 23 años trabajando con menores que han sufrido malos tratos o abusos, Carlos fue contundente: “Os merecéis todos un aplauso. Ejercer de padres y madres acogedores de niños o niñas que necesitan la protección de una familia alternativa es el mejor ejemplo de entrega, generosidad y altruismo que existe”.
Martínez Bermúdez considera que los psicólogos como él o los técnicos de las instituciones como Márgenes y Vínculos pueden tratar o dedicar unas horas al niño una vez a la semana, pero eso no es suficiente: “Vosotros sois la mejor terapia, el verdadero agente terapéutico es la familia acogedora, que está día a día con el menor”, agregó.
Este psicólogo que colaboró con Márgenes y Vínculos en los primeros años de vida de esta fundación opina que el mejor ejemplo de entrega es el de las familias que hacen acogimientos de urgencia. “Recibís al niño o la niña cuando está explotando, cuando más está sufriendo, lo acogéis, lo cuidáis, le dais
vuestro cariño y cuando vuestra labor está empezando a dar sus frutos, cuando empezáis a construir algo con él, se va, os tenéis que despedir de él”.
Carlos explica que el apego, la vinculación que el niño establece con su madre entre los cero y los tres años, la da un sentimiento de seguridad que es básico para relacionarse con el mundo y en el desarrollo de su personalidad. Afirma que si en ese vínculo hay una ruptura o un daño, el menor sufre de un modo muy grave que le puede afectar el resto de su vida. “Y el mayor daño que puede sufrir un niño es que lo separen de sus padres” asegura.
“Los niños que vosotros acogéis son todos niños dañados aunque no lo aparenten. Las situaciones de abandono o negligencia siempre producen daño, aunque los síntomas estén ocultos”, dijo Carlos Martínez a las familias acogedoras.
Este experto explica que todos los seres humanos tenemos una gran capacidad de adaptación, de superación de los daños, que es lo que los psicólogos llaman resiliencia primaria. Y para superar las adversidades todas las personas disponemos de tres elementos fundamentales: el vínculo o apego entre padres e hijos; los límites, la necesidad que todos tenemos de que nos digan qué está bien o que está mal; y la empatía, o la capacidad que tenemos de relacionarnos con los demás y ponernos en el lugar del otro.
Martínez Bermúdez explica que es tarea de los padres reforzar estos tres elementos para el buen desarrollo de un menor, y que en el caso de los adolescentes surge también el problema de la identidad, el de la definición de su personalidad.
El psicólogo añade que los padres y madres maltratadores o negligentes dañan algunos de estos elementos de sus hijos, en muchos casos porque ellos también sufrieron en su infancia alguna lesión en su vinculación, sus límites o su capacidad de empatía. “Y como los padres biológicos no fueron capaces de darle a sus hijos esos elementos, lo tenéis que hacer vosotros, las familias acogedoras, que lo tenéis más difícil porque tenéis que hacerlo tarde”, explica.
Carlos Martínez piensa que el vínculo con la familia biológica no se debe romper nunca y que ayudadas por los técnicos, las familias acogedoras deben integrar a las dos familias en la vida del niño sin ser excluyentes. “El pasado, lo sufrido con la familia biológica es parte de la historia vital del niño, hay que superarlo, pero sin romper con ella”, agrega.
Este colaborador del Observatorio de la Infancia en Andalucía afirma que hay que saber distinguir bien la adopción del acogimiento. La adopción es el recurso que tiene la sociedad para dar hijos a padres que no pueden serlo. En el acogimiento, lo importante, lo fundamental es la recuperación del niño. “Es dar padres nuevos a un niño que ha sufrido, pero que tiene una historia y unos padres biológicos a los que hay que respetar e intentar integrar en el proceso terapéutico”.
Carlos Martínez explica que la manera en que el niño ha construido el apego con sus padres determina unos estilos o formas de relacionarse con el mundo: el estilo seguro es cuando el niño tiene un buen vínculo, unos buenos límites y una buena empatía, y eso va a permitir un desarrollo armonioso y saludable de su personalidad. El estilo inseguro es aquel en que algunos de los tres elementos no está relacionado de manera coherente. El estilo de apego indiscriminado es el que tiene un niño con problemas de conducta, con dificultades para controlarse o fijar su atención.
El psicólogo afirma que el reto de las familias acogedoras es ser lo más terapéuticas que puedan con sus niños acogidos. Martínez Bermúdez reconoce que es una tarea dura y difícil y por eso dio algunos consejos a los padres asistentes al encuentro de Sevilla. “Lo que yo les pido a ustedes es lo siguiente”, afirmó en el salón de actos del monasterio de San Jerónimo donde se celebraba el encuentro:
-El mejor antídoto contra el daño es un vínculo seguro, es decirle al niño: te voy a querer incondicionalmente todo el tiempo que voy a estar contigo.
-La ayuda externa es fundamental para que el niño conozca sus límites, pero no como simple elemento represor externo, sino como ayuda para que el niño genere sus propios mecanismos de control.
-Hay que formarse como padres, como agentes terapéuticos y para ello los profesionales pueden ayudar mediante asesorías o talleres para padres, etc.
-Hay que tener expectativas realistas. Los niños tienen carencias, llegan con daños y eso les dificulta adaptarse a lo que son los ámbitos sociales normalizados. En la escuela el niño no podrá aprender, prestar atención en clase, mientras emocionalmente no esté seguro, relajado y confiado. Lo primero es la serenidad emocional y luego el aprendizaje.
-Debemos ser empáticos con los niños. Aceptarlos como son y reprenderles con serenidad cuando hagan algo mal. Ejemplo: “Nosotros te queremos y aceptamos como eres, pero esto que hiciste no nos gustó…”
-Debemos ser empáticos con los padres biológicos. Los niños deben sentir plena seguridad y confianza con su familia acogedora y esa misma seguridad hay que mostrarla cuando estén en presencia de la familia biológica.
-Hay que ejercer una autoridad calmada. Los niños no pueden recibir más estrés del que sufrieron. Con sus familias biológicas todo era agresividad y violencia. Nosotros no podemos perder el control, hay que ponerle límites desde la calma y la tranquilidad.
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